Las tres cajas de zapatos protegidas con bolsas de plástico parecían casi
nuevas. Cada caja tenía un nombre escrito en la tapa. Savannah tomó la
primera.
-Tara -dijo, leyendo la infantil letra.
Indecisa, Tara tomó su caja. La sostuvo con tanta cautela como si
contuviera explosivos.
-¿Dónde está la mía? -preguntó Emily.
Savannah se la entregó y su prima se apartó a un lado, mirando la caja
con una mezcla de anticipación y temor.
Finalmente, Savannah tomó su caja. Oleadas de recuerdos surgieron en su
mente, abrumándola. Los primeros diez años de su vida fueron casi de
cuento de hadas. Era la “princesa de papá”. Casi pudo ver a su padre
ahora, llegando a casa después de un duro día de trabajo, sudoroso y con
un regalo para ella en el bolsillo, un chicle, un caramelo, un lazo, alguna
chuchería... no importaba. A ella le gustaba todo, porque lo adoraba.
Cómo la había mimado, diciéndole que era bonita, que era lista, que tenía
talento y podría hacer cualquier cosa que se propusiera.
Y entonces murió.
La madre de Savannah siguió mimándola, aunque a su peculiar manera.
Ernestine animaba a su bonita y popular hija a serlo todo, jefa de
animadoras, reina de la fiesta de graduación, brillante estudiante...
Aquellos recuerdos resultaban casi dolorosos para Savannah.
-¿Savannah? -dijo Emily-. ¿No vas a abrir la caja?
-Sí -contestó con suavidad-. Voy a abrirla.
Sin necesidad de decir nada, las tres primas se separaron.
En la caja de Savannah había una diadema en la que aparecía escrito Miss
Honoria Junior, un poni azul que representaba su envidiada posición como
jefa del grupo de animadoras del colegio, un programa de una obra de
teatro en el que Savannah hizo el papel protagonista, una fotografía en la
que aparecía con una capa azul brillante junto a su novio, Vince Hankins,
capitán del equipo de fútbol. Todas las chicas querían salir con él.
Savannah se sintió la chica más afortunada del mundo cuando aquel
guapo chico decidió prestarle atención.
Miró atentamente la foto, recordando... Recordando la época en que Vince
le pegó por sonreír a otro chico. Le dejó una marca en la mejilla. Ella dijo a
todo el mundo que se había caído. Recordando cómo la hizo llorar
diciéndole que ella no sería nadie si él la dejaba, que las chicas que la
envidiaban e imitaban la abandonarían si él decidía que no era alguien
que merecía la pena. Ella le creyó. Y resultó ser cierto.
Recordando la noche de su dieciséis cumpleaños, cuando Vince hizo que
le demostrara su amor en el asiento trasero del Cadillac de su padre. Lloró
toda la noche y al día siguiente tuvo que maquillarse en exceso para
ocultar la evidencia. Ese fue el día en que él le dio su anillo en clase. Las
sendo traduzido, aguarde..
